Cuando pensamos en un jamón, a todos nos viene a la cabeza la imagen de la pieza colgada de la pata. Es una imagen típicamente española que hemos visto en cientos de sitios: en la despensa de casa, en el supermercado, en los bares… Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué se cuelgan los jamones? ¡En el artículo de hoy despejamos todas tus dudas!
Como seguramente sabrás, el jamón serrano o ibérico, pasa por un proceso de salado y desecado. Este proceso, que lleva siglos realizándose, es consecuencia de la necesidad de conservar el mayor tiempo posible los alimentos cuando los sistemas de refrigeración no existían. Gracias a la sal y la extracción del agua mediante el secado se conseguía evitar la proliferación de bacterias.
En este proceso de curación y deshidratación que se lleva a cabo en las bodegas, la gravedad juega un papel esencial. Colgar el jamón desde su pezuña, dejándolo suspendido en el aire, ayuda a que el agua vaya saliendo poco a poco del jamón y no se quede húmeda la superficie (lo que provocaría que se acumulasen microorganismo). Además, esta posición permite también el paso del aire, que también ayudará a secar la pieza y evitará que aparezca el llamado remelo o repego, una capa formada por un limo bacteriano.
Una vez el jamón está completamente curado y listo para su consumo, ya no haría falta mantenerlo colgado y puede conservarse de otra manera. Aun así, seguimos manteniéndolo colgado en las tiendas, bares o incluso despensas de nuestras casas. Esto puede deberse a dos motivos.
Por un lado, es cierto que el proceso de curación de un jamón puede seguir realizándose hasta que comienza a consumirse. Mientras el jamón está en la tienda o en un bar puede seguir perdiendo humedad y dejando fluir las grasas, por lo tanto, mantenerlo colgado de la pezuña es la mejor forma de almacenarlo.
Por otro lado, tener los jamones colgados es algo cultural y parte de a esencia de nuestro país. Según algunos textos, durante la Edad Media en España, tras la expulsión de los judíos de la Península Ibérica en el Siglo XV, a algunos no les quedó más remedio que convertirse al cristianismo. Para demostrar que habían cambiado sus costumbres (a los judíos y los musulmanes no les permite su religión comer cerdo) colgaban patas de cerdo en sus casas. Lo mismo pasaba con las tabernas, donde para indicar que allí no entraban judíos ni musulmanes y que se comía cerdo, se mantenían las patas de jamón colgadas y a la vista.
Así pues, colgar el jamón es necesario para conseguir un producto final de máxima calidad durante el secado, pero a su vez, también tiene una parte cultural y por eso la imagen del jamón colgado es tan representativa de nuestro país.
Nuestros jamones Legado Ibérico tienen una curación mínima de 24 meses. Este largo período colgados en la bodega, unido a las características del cerdo ibérico, permiten disfrutar de un aroma y sabor intenso y único. ¡Hazte ya con tu jamón Legado Ibérico!